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Rick Wakeman y Orquesta Sinfónica de Santiago
Sábado 6 de Diciembre de 2008
Quinta Vergara – Viña del Mar
No había tenido el placer de ver a Rick Wakeman antes. Según supe ya había venido a Chile dos veces y como yo no había estado en esas ocasiones me dije: “vamos a ver a tío a ver que onda porque ya está viejito y quizás no haya cuarta vez”. También averigüé que el formato para esta oportunidad iba a ser distinto a las veces anteriores, sin acompañamiento de banda rock ni nada por el estilo. Tan sólo Wakeman con un piano y la Orquesta Sinfónica de Santiago más coro. Nada de “guitarritas violentas” y nada de distorsión. Esta vez el formato fue totalmente enmarcado en lo que comúnmente se entiende como música clásica. Como yo no había visto a Wakeman anteriormente no podría decir cual formato me pareció mejor, aunque debo admitir que me hubiese gustado algo más de “power” en el asunto tomando en consideración que el volumen tampoco fue muy alto. Aquellos, como yo, apostados en galucha, seguramente quedaron con la misma impresión. Desde la distancia se escuchaba bastante bajo. Claro, los potentados que no tuvieron drama para desembolsar 40.000 pesos chilenos (unos 60 dólares) para estar a dos metros del músico seguramente estarán diciendo: “no sé de qué está hablando este huevón porque yo escuché la raja”. Pero yo estaba en galucha, junto al pueblo.
Pero bueno, mi finalidad era ver a Wakeman, independientemente del formato. Además, pensaba que no era malo cambiar el menú con el cual estoy más familiarizado, o sea, violencia sónica y death metal chacal. A propósito de eso vi a un par de metaleros con sus poleras de Celtic Frost, Kreator y Slayer, pero no eran muchos. Había más de Dream Theater. Obvio, siendo Wakeman figura tan importante dentro del rock progresivo los fans de DT no podían faltar.
En cuanto al setlist... La verdad es que quedé pillo con varios temas. Reconocí, obviamnente, “The Journey/Recollection” que es la pieza central de Viaje al Centro de la Tierra, obra de 1974 y que es sin lugar a dudas el disco más famoso de Wakeman. No incluyó los diálogos. Aparte de esa obra escuchamos también “After the Ball” del disco White Rock (1977), “Gone but not Forgotten”, “Merlin The Magician” e interpretaciones de dos temas clásicos de los Beatles. Uno de ellos fue Eleanor Rigby. Del resto de las obras no sé los nombres. Si alguien tiene el setlist se agradecería. Hey, uno no se las sabe todas y no quiero darme las partes y decir “oh, es que yo cacho y me sé todos los temas de Wakeman”. El compadre tiene editado como cien discos. Ni él mismo se los sabe de memoria. Lo importante es destacar que cada una de las obras fue recibida con reverencial respeto siendo la comenzada de Viaje al Centro de la Tierra el único momento en que se notó arranque de pasión por parte de los espectadores. En general el público estuvo muy silencioso y salvo uno que otro grito esporádico pidiendo temas de Yes no hubo gran conmoción. Y bueno, no digamos que la música clásica se puede vacilar y menos se puede hacer headbanging o iniciar un mosh infernal con ella. No, aquí el asunto era escuchar con detención y en el más completo silencio. Claro, de lo contrario no se escuchaba el piano. Y pobre de aquel que se pusiera muy eufórico con el asunto. ¡Pa afuera se iba mierda! Sucedió con un compadre que estaba en galucha bastante borracho. Vacilaba como nadie. La gente lo hacía callar con los clásicos “shhhh” que se escuchan en el cine. El compadre siguió gritando y alguien lo sapeó. Llegaron unos seis pacos ¡Y se lo llevaron por revoltoso! A él y a su yunta. A mí me pareció mal. O sea, no era para tanto. Nada que ver andar sapeando a los fans y menos si se está en galucha. O sea, ¡por favor! Hay que ser muy desgraciado. Eso fue realmente lamentable. Por suerte se llevaron al compadre cuando el show ya estaba concluyendo.
Destacó, aparte de la magistral ejecución de Wakeman, el juego de luces. Por supuesto que la Sinfónica también estuvo a la altura. Pero claro, era obvio que así tenía que ser. Un amigo que estaba más cerca del escenario me dijo que sí hubo un par de pifias, pero desde la galucha pasaron piola, o sea, inadvertidas.
Ah, otra cosa que me llamó mucho la atención. ¡Vi gente retirarse antes de que concluyera el show! ¿No será mucho? Nada que ver. Allí estaba en la Quinta uno de los tipos más importantes del rock progresivo, un maestro de los teclados, tocando para posiblemente unas siete mil personas… ¡no te podís ir así como así! Me imagino que aquello reflejó mejor que nada la atmósfera de este recital: mucho virtuosismo pero poca pasión. A todo esto, Wakeman prometió visita para el próximo año y que tocaría el famoso disco de 1974 completo. Me pregunto si será con los diálogos (tan importantes en esa obra) y con la parafernalia de teclados, vocalista y todo lo demás. Si es así de seguro habrá más euforia y nadie correrá el riesgo de que lo expulsen. No es que el asunto de la Sinfónica hubiese estado mal, pero después de un rato tendió a aburrir un poco. Más matices de seguro hubiese prendido más el asunto. Pero bueno, yo sabía a lo que iba. Al menos mis orejas obtuvieron un merecido descanso.
Sábado 6 de Diciembre de 2008
Quinta Vergara – Viña del Mar
No había tenido el placer de ver a Rick Wakeman antes. Según supe ya había venido a Chile dos veces y como yo no había estado en esas ocasiones me dije: “vamos a ver a tío a ver que onda porque ya está viejito y quizás no haya cuarta vez”. También averigüé que el formato para esta oportunidad iba a ser distinto a las veces anteriores, sin acompañamiento de banda rock ni nada por el estilo. Tan sólo Wakeman con un piano y la Orquesta Sinfónica de Santiago más coro. Nada de “guitarritas violentas” y nada de distorsión. Esta vez el formato fue totalmente enmarcado en lo que comúnmente se entiende como música clásica. Como yo no había visto a Wakeman anteriormente no podría decir cual formato me pareció mejor, aunque debo admitir que me hubiese gustado algo más de “power” en el asunto tomando en consideración que el volumen tampoco fue muy alto. Aquellos, como yo, apostados en galucha, seguramente quedaron con la misma impresión. Desde la distancia se escuchaba bastante bajo. Claro, los potentados que no tuvieron drama para desembolsar 40.000 pesos chilenos (unos 60 dólares) para estar a dos metros del músico seguramente estarán diciendo: “no sé de qué está hablando este huevón porque yo escuché la raja”. Pero yo estaba en galucha, junto al pueblo.
Pero bueno, mi finalidad era ver a Wakeman, independientemente del formato. Además, pensaba que no era malo cambiar el menú con el cual estoy más familiarizado, o sea, violencia sónica y death metal chacal. A propósito de eso vi a un par de metaleros con sus poleras de Celtic Frost, Kreator y Slayer, pero no eran muchos. Había más de Dream Theater. Obvio, siendo Wakeman figura tan importante dentro del rock progresivo los fans de DT no podían faltar.
En cuanto al setlist... La verdad es que quedé pillo con varios temas. Reconocí, obviamnente, “The Journey/Recollection” que es la pieza central de Viaje al Centro de la Tierra, obra de 1974 y que es sin lugar a dudas el disco más famoso de Wakeman. No incluyó los diálogos. Aparte de esa obra escuchamos también “After the Ball” del disco White Rock (1977), “Gone but not Forgotten”, “Merlin The Magician” e interpretaciones de dos temas clásicos de los Beatles. Uno de ellos fue Eleanor Rigby. Del resto de las obras no sé los nombres. Si alguien tiene el setlist se agradecería. Hey, uno no se las sabe todas y no quiero darme las partes y decir “oh, es que yo cacho y me sé todos los temas de Wakeman”. El compadre tiene editado como cien discos. Ni él mismo se los sabe de memoria. Lo importante es destacar que cada una de las obras fue recibida con reverencial respeto siendo la comenzada de Viaje al Centro de la Tierra el único momento en que se notó arranque de pasión por parte de los espectadores. En general el público estuvo muy silencioso y salvo uno que otro grito esporádico pidiendo temas de Yes no hubo gran conmoción. Y bueno, no digamos que la música clásica se puede vacilar y menos se puede hacer headbanging o iniciar un mosh infernal con ella. No, aquí el asunto era escuchar con detención y en el más completo silencio. Claro, de lo contrario no se escuchaba el piano. Y pobre de aquel que se pusiera muy eufórico con el asunto. ¡Pa afuera se iba mierda! Sucedió con un compadre que estaba en galucha bastante borracho. Vacilaba como nadie. La gente lo hacía callar con los clásicos “shhhh” que se escuchan en el cine. El compadre siguió gritando y alguien lo sapeó. Llegaron unos seis pacos ¡Y se lo llevaron por revoltoso! A él y a su yunta. A mí me pareció mal. O sea, no era para tanto. Nada que ver andar sapeando a los fans y menos si se está en galucha. O sea, ¡por favor! Hay que ser muy desgraciado. Eso fue realmente lamentable. Por suerte se llevaron al compadre cuando el show ya estaba concluyendo.
Destacó, aparte de la magistral ejecución de Wakeman, el juego de luces. Por supuesto que la Sinfónica también estuvo a la altura. Pero claro, era obvio que así tenía que ser. Un amigo que estaba más cerca del escenario me dijo que sí hubo un par de pifias, pero desde la galucha pasaron piola, o sea, inadvertidas.
Ah, otra cosa que me llamó mucho la atención. ¡Vi gente retirarse antes de que concluyera el show! ¿No será mucho? Nada que ver. Allí estaba en la Quinta uno de los tipos más importantes del rock progresivo, un maestro de los teclados, tocando para posiblemente unas siete mil personas… ¡no te podís ir así como así! Me imagino que aquello reflejó mejor que nada la atmósfera de este recital: mucho virtuosismo pero poca pasión. A todo esto, Wakeman prometió visita para el próximo año y que tocaría el famoso disco de 1974 completo. Me pregunto si será con los diálogos (tan importantes en esa obra) y con la parafernalia de teclados, vocalista y todo lo demás. Si es así de seguro habrá más euforia y nadie correrá el riesgo de que lo expulsen. No es que el asunto de la Sinfónica hubiese estado mal, pero después de un rato tendió a aburrir un poco. Más matices de seguro hubiese prendido más el asunto. Pero bueno, yo sabía a lo que iba. Al menos mis orejas obtuvieron un merecido descanso.