No sé si recordarán pero Ozzy ya había estado en nuestro país. Fue precisamente para otro Monsters of Rock donde compartió escenario con Faith No More y Paradise Lost allá por septiembre del año 1995. Casi trece años después vuelve, y nuevamente con un cartel de apoyo bastante ecléctico y para todos los gustos, por un lado Korn con su metal alternativo (no digamos Nü Metal porque a Jonathan Davis y compañía odian que se les catalogue así), y por otro lado Black Label Society con su poderoso Rock con olor a whiskey, y del bueno. ¿Hubo telonero? Ni idea.
Mis grandes preguntas con respecto a este evento eran todas centradas en Ozzy: “¿Podrá el abuelo seguir rockeando como antaño?, “¿Cantará bien?”, “¿Podrá aún dar un espectáculo con clase o al menos digno?”. Sí, la respuesta a todas estas preguntas mereció un sí, a pesar de que Ozzy ya no tiene su timbre agudo característico en las mismas condiciones de antes. Y ya no se mueve tanto arriba del escenario, aunque todavía tiene fuerzas como para tomar baldes llenos de agua y lanzárselos al público. Sin embargo, a pesar de que los años no pasan en vano para el rey de las tinieblas, el maestro, y digo maestro porque eso es lo que es y no pretendo exagerar, sabe aún poner un show con clase y llenar canchas por donde sea que pase. Los años de carrete y experiencia lo avalan. Mal que mal es prácticamente el padre del heavy metal junto a Black Sabbath. ¡Como no lo vamos a querer! Y, por supuesto, no faltarían los clásicos de Sabbath en la presentación, como “Warpigs”, “Iron Man” (que no la tocaron entera) y “Paranoid”, para cerrar el show de hora y cuarenta minutos si es que incluimos la introducción con los divertidos videos donde aparecía Ozzy en comiquísimas, jocosas y hasta vulgares situaciones; parodiando a la serie Lost, bailando en un concurso de baile, y en general comportándose como un payaso.
Ozzy, viejo y todo, sigue siendo una megaestrella del Rock, conocido mundialmente hasta por octogenarios. Así, puede darse el lujo de ridiculizarse a si mismo, como vimos con los videos en las pantallas gigantes, y salirse con la suya. Uno no dice: “Oh, el pobre triste huevón”. Uno dice: “Puta el huevón cara raja, ídolo”. No, viejo y todo, Ozzy está hoy en día más lejos de la decadencia que nunca antes, cosa que no se puede decir de otras rutilantes estrellas de los años ochenta. Y si alguien tuvo dudas, en especial los viejos fans, y no fue al show porque pensó que Ozzy ya no tenía nada más que decir, se equivocó. ¡Su show estuvo apoteózzyco! Y juzgando por el promedio de edad en el recital es a la juventud a quien apela Ozzy hoy, no a los viejos fans de antaño, que de todas maneras llegaron, pero no en masa. A este respecto resulta impresionante comprobar cómo un viejo de casi 60 años puede seguir convenciendo a un público que está entre los 15 y 25 años de edad. ¡Pero es que se trata de Ozzy! Y claro, al reinventarse a través de su serie de Mtv, The Osbournes, que lo convirtió en personalidad de la televisión, su fama creció exponencialmente, llegando a un público mayoritariamente joven. Esa es parte de la clave para explicar el fenómeno.
Pero bueno, no nos olvidemos que tocó Korn, que también llevó a sus fans. No sé cuantos de los 20.000 que asistieron al recital, pero de que Korn tenía sus fans claro está. Sin embargo cuando empezaron los gritos de “Ozzy, Ozzy, Ozzy” provenientes desde todas partes podría haberse pensado distinto. Korn, sabiéndose banda importante, se tomó el asunto sin hacerse mala sangre, dedicándose a tocar su música simplemente. No todo el mundo estaba muy contento con ellos, pero bueno, este es el Monsters of Rock y la parrilla es variada. Sea como sea Korn tocó bien y sonó bien, aunque la respuesta del público fue algo tibia. No los culpemos, mal que mal después venía Ozzy. ¿Qué banda saldría bien parada en la misma situación? Mmmm, quizás Slayer, sí, definitivamente. Los fans de Ozzy son fans de Slayer, en general.
Con respecto a Black Label Society no tengo nada que decir. ¡Y es porque no los vi! Cuando llegué al estadio ya habían tocado así que no tengo idea como estuvo el show de la banda del guitarrista de Ozzy, Zakk Wylde. Lo que sí puedo decir es que Zakk Wylde fue todo un showman e imprimió fuerza y garra a la banda. Tocó muy bien, como era de esperarse, aunque su solo de guitarra a mitad del show fue algo largo y no la mejor cosa que se haya visto. Algo latero con su eterno solo pero me imagino que mientras él daba la lata Ozzy aprovechaba para descansar un par de minutos. Y no, no hubo solo de batería ni de bajo ni de teclados. ¿Quién estaba en teclados? Nada menos que el hijo de Rick Wakeman. No hubiese estado mal que destacara más en el show.
Referente al setlist de Ozzy digamos que estuvo bien. El hombre tocó lo que la gente quería, en general, sin que faltara “I Don`t Know”, “Crazy Train”, “Bark at the Moon”, “Suicide Solution” y “Mr Crowley”. Por supuesto que faltaron excelentes canciones como “Perry Mason”, “No More Tears” y el súper clásico “A Shot in the Dark”. A la vez Ozzy tocó un par de temas de su último disco Black Rain, pero la locura sólo quedó con los clásicos, obviamente. “Mama, I´m Coming Home” también fue punto altísimo en la presentación y vino ya casi al finalizar el show.
En síntesis, el recital de Ozzy estuvo inolvidable (y sólo por Ozzy fui al Monsters, esa es la verdad) y lo disfruté mucho más que otros hechos en la Pista Atlética gracias a que en esta oportunidad tuve el tino de acercarme al escenario hasta donde más pude, viendo el show a no más de diez metros de distancia. El público, curiosamente, estaba bien tranquilo, y no era muy complicado avanzar hacia adelante. Al menos yo no tuve problemas.
Del uno al siete, un 6,5.